sábado, 20 de diciembre de 2014

¡Al ladrón!

¿Qué frío hace, no? Espero no acatarrarme para mañana. Ya me imagino intentando vender en la lengua de signos. Dios, Menudo asco de crisis, parece que hasta duele encender el alumbrado de la calle. Esto es como un apocalipsis zombie, no se ve a nadie. Aunque es lógico, con este viento solo los premios Darwin como yo nos aventuramos a salir fuera de casa. Odio tener que ir a última hora a comprar. Mira, mi coche. Quizás cuando me suban el sueldo le alquilo una plaza de garaje. Odio el frío…


Me encanta el pan calentito, espero que llegue así hasta casa. Mierda, ¿Quién es ese? ¿Qué hace mirando mi coche? No, tío, no, ni te atrevas, no te acerques, no, quieto. Joder, que me va a robar en mi cara… ¿Qué está buscando en los bolsillos de ese chandal?

— ¡Eh! 

¿Está sordo? 

— ¡Eeeeh!

Ni caso, será capullo… Tendré que ir hacia él, con suerte es un ladronzuelo aficionado y escapa.

— ¡Eeeeeeh! ¡Espera! ¡Quieto! ¿Qué haces?

¿Se ha encendido un cigarro?

— ¡Eeeeh! ¡Ni se te ocurra…

Está entrando en un portal, me mira… ¿Con miedo? Disimula, joder...

— ...Dejarme atrás! ¡Eeeeh! ¡Espera! ¡Para!

Acabo de cruzar la esquina, suerte que no me ha visto nadie. He vuelto a quedar de psicópata, bravo...

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