sábado, 28 de febrero de 2015

Luna Roja

En el relato que comparto con vosotros este mes, intenté una historia con formato blog, o sea, empezando por la resolución. Quizás no esté muy logrado, pero he disfrutado escribiendo una historia en la que la complicación es no contarlo todo al final... Espero que vosotros también la disfrutéis al leerla :)

Luna Roja

Por: Aradlith


Miércoles, 8 de octubre de 2014

Esto es lo último que voy a escribir. Querría dar las gracias a todos esos lectores que estuvieron ahí, junto a mí, acompañándome en mi investigación a través de esta bitácora online, mostrándome vuestro cariño y apoyo. A vosotros, que tanto me habéis ayudado, no sólo a esclarecer este último tema, sino en mi día a día, muchas gracias, de corazón. Y por eso os dedico mis últimos minutos, contándoos cual ha sido mi decisión final (que ya deberéis intuir si habéis leído las entradas anteriores).

Sentí durante mucho tiempo que todo este tema de la Luna Roja me sobrepasaba. Siempre he sido una persona cobarde por naturaleza, pero por fin he conseguido superar mis miedos. Ayer, en una de mis ahora tan comunes noches de insomnio, he decidido que es hora de dejar de esconderse. Ya he abandonado a Gaia una vez, no puedo volver a fallarle. Tengo que volver y sacarla de todo esto. Voy a volver a colarme en el aquelarre, o romería como lo llaman ellos, en los soportales del Berbés. La verdad es que sigue pareciéndome increíble que el ayuntamiento, sabiendo todo esto, mire hacia otro lado.

No se dónde voy a estar cuando leáis ésto. Pero si lo leéis, tened por seguro que es porque me ha pasado algo. Este mensaje de despedida lo he programado para que se publique en tres días, así que no vais a poder hacer nada por mí. Bueno... miento. Sí que podéis hacer algo por mí. Difundid este blog, toda mi investigación, y que salga a la luz. Copiadlo en vuestros ordenadores, y posteadlo por toda la red. Os lo borrarán muchas veces, pero no será suficiente. Imprimidlo, colgadlo en las farolas y en las paredes públicas, dejadlo en los bares para que se lea, bibliotecas, hospitales... donde sea, pero dadle visibilidad. Tengo mis esperanzas puestas en vosotros.

Un enorme abrazo de despedida, y, como siempre os digo,

Los seres humanos no estamos preparados para conocer qué albergan los misterios del universo.

Martes, 9 de septiembre de 2014

Hace casi una semana, al anochecer, estaba esperando el autobús en la parada del ayuntamiento cuando me pareció ver a Gaia subiendo al Castro. Justo era la luna llena anterior a la Luna Roja.

Gaia me hizo prometerle el otro día que abandonaría la investigación, que era algo que me superaría... Y sé que tiene razón. Es peligroso, entiendo los riesgos, sobre todo después de lo que he visto hace casi seis meses. Pero si es peligroso, yo lo sé, y ella lo sabe... ¿Por qué se mete en la boca del lobo? ¿Por qué va a donde sabe que van a celebrar un aquelarre? Igual es por envidia. Ella, que sabe más que yo, pudo haber sentido celos de lo que he visto, y quiere verlo ella también.

Con esas ideas en la cabeza, subí detrás de ella. Una vez arriba, en medio del bosque, volví a sentir lo mismo que cinco meses antes. Todo a mi alrededor quedó en silencio. Veía el viento mover las ramas de los árboles, veía los coches pasar, pero según me acercaba a donde estaban ellos reunidos todo enmudecía. A pesar de que quería dar la vuelta seguí caminando, persiguiendo la sombra de lo que creía que era Gaia. Y de pronto, como hace cinco meses, el sonido estalló en mis oídos. Ya me había habituado al silencio absoluto, así que volver a oír me sobresaltó. Escuché tambores y voces entonando notas inimaginables perdiéndose entre el viento. Y me olvidé de Gaia. Seguí avanzando, con cuidado de no ser vista, y busqué una posición para ver el ritual.

Al principio no veía nada, era como una danza de sombras deformes. Pero según se fue adaptando mi vista a las condiciones del lugar, vi las siluetas tapadas completamente con túnicas negras, cuyos bailes, frenéticos y violentos, estaban marcados por el sonido de los tambores . No sé cuánto tiempo pasé observándolas, pero cuando me di cuenta la luna ya estaba en su punto más alto. Y esa luna... Cada vez que la veía más segura estaba de encontrarme en otro mundo. Era enorme, y brillante, una luna imposible en nuestro planeta. Discerní entre las danzantes sombras una túnica color rojo sangre entre el montón de túnicas negras, que abandonaron sus bailes y cantos al momento. Entonaba con una fina voz de soprano conjurando a los Dioses. Esta melodía sonaba distinta a la de cinco meses atrás, no solo por la voz, si no por que no me repugnó, al contrario, me pareció el sonido más hermoso que escuché nunca. La mujer (por la voz y las formas que se adivinaban a través de la túnica) llevaba una cesta, de la que sacó una paloma blanca y un cuervo, ambos con los ojos tapados. Cogió al cuervo, y siguió cantando mientras le arrancaba las alas y el pico. El cuervo soltaba un olor putrefacto que casi me hace desfallecer. Esa mezcla atracción-repulsión que sentí en ese momento me mantuvo atada al sitio en el que estaba, hipnotizada. 

Un grito estridente por parte de la mujer de la túnica roja me sacó de mi estupor. Sostenía el cuervo en una mano, y un puñal de plata en la otra. Abrió al cuervo en canal, derramando su sangre sobre la paloma blanca, empapándola completamente. Ató la paloma a una estaca, y volvieron a retumbar los tambores. Ahora los bailes eran infrahumanos. Se contorsionaban de maneras imposibles, saltaban por los aires elevándose casi dos metros, e incluso creí ver a alguno de ellos volar. Sentí que estaba volviendo a vivir lo de hace cinco meses, y de golpe me acordé de Gaia, así que empecé a buscarla. No apareció por ningún sitio, y la luna estaba a punto de ponerse. No quería que me encontraran allí terminado el ritual, por lo que huí. Me autoconvencí de que ella ya no estaba, que había escapado antes y que quedarme allí era una temeridad, y corrí. 

Llevo varios días con el remordimiento de no haber hecho más por ella. Es probable que la hayan capturado, y pude haberlo evitado. Pero como siempre, el miedo me lo impidió. Soy esa clase de persona que en el momento en el que tiene la posibilidad de hacer algo importante siente miedo y solo busca esconderse. Y ahora por mi culpa ella...

No sé que hacer, no sé dónde vive, ni tengo su número de teléfono. He ido a la policía, pero no me han tomado en serio. ¿Quién en su sano juicio creería que en pleno siglo XXI se puede secuestrar impunemente a una mujer joven de esa forma? Y más aún, ¿quién cree realmente en las meigas?

Espero estar preocupándome en vano, y que Gaia haya salido corriendo al igual que lo he hecho yo.

Un saludo, y, como es costumbre,

Los seres humanos no estamos preparados para conocer qué albergan los misterios del universo.


Viernes, 22 de agosto de 2014

Ayer llegué a la cita, en la cruz de los caídos, y Gaia estaba esperando. Me resultaba conocida, estaba segura de haberla visto antes. Es una mujer de unos veinte años, con el pelo lacio y negro hasta el final de la espalda. Iba vestida totalmente de negro, con una camiseta de manga larga y unos vaqueros. Su piel era tan blanca que el sol casi se reflejaba sobre ella. Yo, para variar, iba asustada, pero en cuanto la vi me tranquilicé. Nos presentamos, y empezamos a hablar. Por lo visto ella me vio ayer en la biblioteca Central, y como también está investigando el tema de la Luna Roja en Vigo, quiso conocerme. Es normal, a veces te gusta sentir que no estás sola cuando todo el mundo te toma por loca. Al poco tiempo ya hablábamos como buenas amigas.

Me contó que ella lleva más de dos años informándose sobre esas “sectas”, por llamarlo de algún modo. Todo tiene que ver con unos seres, conocidos como “dioses”, de un gran poder destructor y una mente poco desarrollada en su gran mayoría. En raras ocasiones se tropiezan con humanos, y cuando lo hacen, lo más probable es que estos últimos acaben muertos en el mejor de los casos. Existen ciertos grupos de personas que sirven de intermediarios entre los dioses y los seres humanos, con el poder suficiente para dominar a algunos o incluso pactar con otros. Estos intermediarios, sean brujos, hechiceros, chamanes o meigas, no solo ejercen de intermediarios entre nosotros y ellos, sino que también pueden controlarlos en su favor, pudiendo llegar a alcanzar un gran poder. Hay dioses con los que es imposible tratar, que se mueven puramente por impulsos, y con ellos la única solución es aplacar sus instintos por medio del poder de los intermediarios, que no dudan en sacrificar animales o incluso humanos si es necesario.

Gaia se mostró muy interesada cuando le conté lo que vi hace cuatro meses. Ella, que tan solo había leído registros antiguos y escuchado leyendas de las que se transmiten de boca en boca, no podía creer haber encontrado a alguien que realmente hubiese presenciado uno de sus rituales más importantes, o “romerías”, nombre en clave que les han dado entre ellos hace siglos para poder hablar más libremente del tema entre la gente del pueblo. Me dijo que lo que yo vi era la ceremonia para calmar al dios que duerme en lo más profundo del agua. Ese dios es una criatura violenta e irracional que despierta con cada Luna Roja, cuyo único impulso es arrasar todo lo que se encuentre a su paso, hasta que esta luna se ponga en el horizonte. 

En ese momento le dije que me parecía increíble que no se supiese nada, a lo que ella me respondió: “¿Y quién te dice que no se sepa nada? Simplemente miran hacia otro lado, permitir la romerías puede ahorrar muchos problemas a una comunidad”.

Poco antes de despedirnos, me dijo que el nueve de septiembre será la luna llena anterior a la Luna Roja. Ese día las meigas van a realizar un ritual de preparación en El Castro, así que, aunque sienta curiosidad, es mejor que no me acerque. Y tiene razón, es algo que nos supera a las dos. Quizá es mejor dejar actuar a las meigas y mirar hacia otro lado, porque como siempre digo, 
Los seres humanos no estamos preparados para conocer qué albergan los misterios del universo.

Jueves, 21 de agosto de 2014

Antes de nada, me gustaría daros las gracias a vosotros, que me leéis y me apoyáis. Me alegra saber que hay gente que me escucha, que no estoy sola. También he recibido alguna crítica, pero realmente superan las palabras de ánimo a las de odio, a las que por cierto, ya soy inmune. Es lo que pasa cuando desde pequeña es lo único que recibes por parte de quienes te rodean.

Siguiendo vuestros consejos, he decidido comenzar mi investigación en la biblioteca Central, pero por desgracia no he encontrado nada. He ido también a preguntar a la gente de la zona del Berbés, por si sabían algo, pero me trataban como si estuviese loca. Me he sentido bastante incómoda durante toda la tarde, he de decir. Notaba las miradas de todo el mundo sobre mí, y que la gente evitaba hablar conmigo. Aunque es probable que no sea nada, como suele decir mi psicólogo, y que todo lo que siento nace en mí. Es normal, después del “delirio” que todos aseguran que he sufrido. Mi madre dice que soy “una suerte de Quijote, dí en loca de tanto leer tonterías”. 

Casi había llegado a creérmelo, hasta que vi vuestros mensajes de apoyo. Ahí me di cuenta, al leer que vosotros también habíais entrado en contacto con elementos fuera de la lógica humana de una forma u otra, de que no estoy sola, y de que sobre todo, no estoy loca. Simplemente yo he perdido la venda que el resto del mundo se preocupa de mantener sobre sus ojos.

Otro de los factores que me ha impulsado a tomarme en serio este tema es una carta que alguien coló por debajo de la puerta de mi casa. Eran apenas un par de líneas, citándome mañana en El Castro, en la Cruz de los Caídos, al crepúsculo. Decía ser de alguien con mis mismos intereses.

Me han llamado la atención el lugar y la hora. ¿No podría haberme citado en una cafetería a las cinco de la tarde? ¿Y cómo me habrá localizado? Da un poco de miedo este tema. Haré caso del consejo que me daba mi difunta abuela, y llevaré un pequeño alfiler en la camiseta... Por si se complican las cosas.

Mañana os cuento cómo sigue todo esto. Recordad que 

Los seres humanos no estamos preparados para conocer qué albergan los misterios del universo.

Lunes, 16 de Junio de 2014

La gente me dice que estoy loca. Y no loca en plan adolescente, no, loca de psiquiátrico. Me mandan al “rebullón”, como se dice por aquí. Y yo no se que pensar. He pasado un mes entero en hospitales, completamente drogada, y el siguiente en terapia. Dicen que he sufrido un cuadro delirante-alucinatorio, pero que eso no tiene por qué significar nada, simplemente veces le pasa a la gente mentalmente sana. Mi psicólogo me animó a que abriese un blog para contarlo, pues me haría mirar lo que creí que me había sucedido desde otra perspectiva.

Para poneros en situación: soy una persona que siempre se ha sentido atraída por el mundo paranormal: revistas, programas de TV, libros... todo lo que tratase esa temática yo lo engullía.

Así que no es raro que quisiese dar un paseo bajo la luna llena el 14 de abril, la noche de la primera Luna Roja. Aunque no se pudiese observar demasiado bien, sentía que tenía poder, que me llamaba. Cuando estaba en el Berbés, donde los Soportales, noté algo extraño, aparte de que no hubiese una sola persona, o incluso una luz a mi alrededor. No sabía que era, pero me molestaba. Hasta que caí en la cuenta de que era el silencio. Era un silencio total: no se escuchaba el mar, ni mis pasos. Quise hablar para romperlo, pero ningún sonido salía de mi garganta. Tenía mucho miedo, pero seguí caminando. 

Hasta que el sonido invadió de golpe mis oídos. Era un sonido de cantos y tambores. Ahogué un grito, ¿cómo no pude escucharlo antes?. Me acerqué despacio, tratando de no interrumpir. Bajo los soportales pude ver un grupo de gente vestidos con túnicas negras, semejantes a sombras, bailando de una forma tribal. Saltaban, se contorsionaban, o se arrojaban al suelo mientras sufrían fuertes espasmos. Y sobre sus gritos y sus cantos, una voz destacaba sobre el resto. Era una voz muy melodiosa, pero entonaba un cántico agresivo y desagradable. Quise correr, pero en vez de eso me acerqué más. Este canto repugnante salía de la garganta de una mujer vestida con una túnica con capucha, igual que la del resto, pero de color rojo oscuro. Siempre he oído decir que en muchas culturas el rojo oscuro se relaciona con la muerte en contraposición al rojo brillante, que representa la vida. La mujer llevaba un pequeño puñal con piedras blancas de brillo azulado engarzadas (las famosas piedras lunares), que levantó ceremoniosamente mientras seguía con el cántico. Yo estaba aterrada. No pude reconocer el idioma en el que cantaba, y ni siquiera creo que una persona sea capaz de emitir con su garganta muchos de esos sonidos. Me moví de mi sitio para poder ver sobre qué iba a utilizar ese puñal, y vi una mujer. Tenía el pelo lacio y negro hasta el final de la espalda. Estaba desnuda, atada de manos y pies, y tenía la piel tan blanca que la luna brillaba sobre ella. Era un brillo rojizo. Miré hacia la luna, y puedo jurar que nunca la había visto tan grande, ni tan roja. Es como si fuese otro mundo. La mujer de la túnica roja empezó a hacer incisiones en la piel de la joven desnuda, que no era capaz ni de gritar de dolor. Quise llamar a la policía, pero mi cuerpo no respondía. Estaba paralizada de terror. Pude ver en el cuerpo de la joven desnuda las marcas, y vi que no habían sido puestas de forma fortuita. Al contrario, tenían como una extraña correlación entre ellas, no sabría explicarlo. Era una mezcla de curvas y rectas entre las que se habían dibujado unos caracteres que nunca había visto. Igual estaban en el mismo idioma que el cántico de la maestra de ceremonias.

Noté los pies mojados, no me di cuenta de que había subido la marea, llegando al punto de inundar completamente el ensanche. Recuerdo haber pensado que cómo puede ser, si el ensanche estaba completamente inundado, que el agua apenas me llegase a los tobillos. Volví a pensar en que parecía estar en otro mundo, un mundo que no se rige por las mismas leyes lógicas que el nuestro.

Pararon todos los cánticos, y escuché un eco de algo que recordaba al canto de una ballena a lo lejos. Ese sonido parecía acercase. Y, de donde hace un rato estaba el ensanche, asomó la cabeza de un ser negro, viscoso deforme. Pude ver que era una criatura antropomórfica cuando extendió su brazo hacia la joven desnuda, un brazo que temblaba como si fuese de gelatina.

Y no recuerdo más. Lo siguiente son hospitales, camillas y pastillas, muchas pastillas.

Empiezo a dudar de lo que he visto. Pude haberlo imaginado, pero debió haber un detonante, algo que hizo saltar mi delirio... 

O igual es completamente real.
Los seres humanos no estamos preparados para conocer qué albergan los misterios del universo.

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