jueves, 23 de junio de 2016

Ritual

Clic.
Me gusta la noche de San Juan. El olor a madera quemada en el aire, el salitre... Las pequeñas hogueras brillando en la noche como estrellas caídas... Sí, realmente me gusta la noche de San Juan. Quizás lo que menos me gusta es ese grupo de idiotas bebiendo, contaminando, gritando y destrozando la magia de la noche con su absurda música. Por eso, a pesar de que adoro esta noche, nunca la he podido disfrutar más allá de en el campo, sin compañía humana... pero muy acompañada.
Me gusta la noche de San Juan porque es mucho más fácil que otras noches establecer contacto con otros seres y otras vidas, vidas millones de veces más interesantes que estas orgullosas (y pestilentes) personas, grupo donde por desgracia me incluyo. 
Este año, por fin, voy a poder disfrutar de San Juan. He encontrado la solución a todas mis discrepancias, y realmente me emociona asistir. 
Todo empezó hace unas semanas, cuando mis amigos de siempre me preguntaron, más por costumbre que esperando una respuesta afirmativa, si iba a acompañarlos a la playa en San Juan. "¡Hay alcohol!" me dijeron ellos. "¡Hay hombres sin camiseta!" me dijeron ellas. Da igual el tiempo que haya pasado desde nuestro despertar en la pubertad: ellos siguen respondiendo a los instintos más primitivos. Realmente, estas personas me recuerdan demasiado a esos documentales de bonobos, donde no hacen más que follar entre ellos sin importar nada más. Luego los libros quieren que me crea que el ser humano es racional... ¡JÁ!
Al lío, que me lío; como decía mi abuela. El tema es que este año dije que sí a la invitación. Y volví a decir que sí cuando me dijeron que no entendieron mi respuesta. No puedo contar mucho más de esa tarde debido a la sordera que me provocaron con sus gritos celebrando mi respuesta. Aunque he de reconocer una cosa... me sorprendió ver que tengo en común con ellos más de lo que me imaginaba. Ellos se pasaron las siguientes semanas planeando la que sería "la noche más épica de nuestras vidas". Yo por otro lado también hice mis pequeños planes, considerando esta fecha, al igual que ellos, un punto de inflexión en mi vida.
He pasado estas últimas semanas estudiando unos libros que encontré hace un tiempo en una librería de segunda mano. No se quién los donó, pero realmente me gustaría conocerlo y estrecharle la mano. No me fío de cualquier cosa que encuentro en Internet, pero estos libros son bastante conocidos para quienes nos molestamos en saber algo de lo que nos rodea. Hay uno de historia, y otro de "contacto", ya me entendéis. Lo mejor es que en esos libros encontré la solución a esta vergonzosa vida normal. Gracias a ellos ascenderé un escalón en la pirámide del conocimiento, podré constatar todo aquello que hasta ahora tan solo intuí. Hay que tener cuidado, ambos libros avisan del poder que se puede desencadenar si se utilizan alegremente, por lo que he decidido tomar medidas de seguridad. He contactado con ÉL, y ha aceptado mi trato. 
Tengo tantas, tantísimas ganas de que llegue esta noche...
Clic.

Esa noche, cuando la fiesta estaba en su punto álgido, un viento frío bajó la temperatura de la playa de golpe. Pero apenas nadie se dio cuenta, gracias al calor del alcohol. A pesar de ello, el mal presentimiento fue casi general. Algunos se retiraron, pero la mayoría se quedaron. Ella se emocionó: ya era la hora. Se levantó, sabía qué tenía que hacer. Escuchaba una suave música dentro de su cabeza, solo tenía que seguir el ritmo. Antes de que se diese cuenta la letra de la canción salió de su boca. Estaba en un idioma muy antiguo, casi olvidado, pero ella lo podía entender sin haberlo estudiado nunca.
Sus amigos reían y la grababan con el móvil, creyendo que por fin se había soltado un poco, y que ese ron disimulado en el refresco había hecho su efecto.
Ella ya había escuchado esa canción otras veces. Lleva semanas escuchándola sin parar en sus sueños. Aunque al dormir entendía el poema que narraba, la historia se iba de su cabeza en esos confusos segundos al despertar, dejándole una sensación de vacío y una melodía melancólica. Ahora por fin podía entenderla. Hablaba de soledad y de reencuentro, de la vida y de quien no puede morir. Era, sin duda, lo más triste que escuchó nunca. Y lloró, pero no dejó de cantar ni de bailar. Ahora realmente lo quería, ansiaba sobre todas las cosas reunirse con ÉL.
Mientas ella bailaba, una gran ola se acercaba a la playa, desplazándose de forma anormalmente lenta. Aunque algunos se dieron cuenta, sintieron curiosidad antes que miedo.
La ola llegó a la costa, explotando en espuma blanca que viajaba pausadamente a la orilla, dibujando bellas formas en el mar. La gente que hasta hace un momento estaba saltando las hogueras, ahora miraba el mar, y escuchaba la canción que ella cantada, acompañada por el romper de las olas. El agua fue inundando poco a poco la playa, arrastrando consigo a todos los que se encontraban en ella. Al final sólo quedó una persona.
ÉL la miró a los ojos, que no habían parado de llorar. Extendió un enorme brazo lleno de algas, lapas y caramujos hacia ella y la sujetó con dulzura. El mar se abrió para acogerlos, rey y reina, en el palacio de coral y plata iluminado por medusas. Allí les esperaba el gran festín de bodas, aquel que ella ofreció como dote.

El 24 de junio, al amanecer, un cassette llegó a la orilla...

Quitando las telarañas

Hola :) ¿Os acordáis de mí?

Llevo así como seis meses sin publicar aquí... Que no sin escribir, ¿eh?. Tengo la sección de borradores llena de entradas que no me acaban de convencer. Igual en cuanto esté algo más libre las reviso, porque las ideas no son malas...
Pero hoy sí, hoy tengo que publicar. Llevo desde que comencé con este blog respetando más o menos una cita: la de publicar un relato por San Juan. Es tan sagrada como la de Halloweeen :D
Así que esta entrada es un simple aviso: en cuanto enciendan las hogueras publicaré mi relato de San Juan y, con ello inauguro una nueva temporada de actividad en el blog. ¿Hasta cuando? Intentaré que por mucho tiempo.
Mientras, os dejo aquí los enlaces de mis publicaciones de otros años:

2014: No hay... Shame on me!